Entre la elegancia y la palabra del viaje narrativo de Mineko Iwasaki. Reseña de Vida de una geisha de Mineko Iwasaki por Nicole Montero B.
- Bárbara Matkovic
- 17 jun
- 3 Min. de lectura
A nadie resulta desconocida la novela Memorias de una geisha, de Arthur Golden, y su película homónima, cuya fama no sólo trajo de vuelta a la figura de la geisha a la cultura popular occidental, también vino aparejada de controversias. Una de ellas fue con Mineko Iwasaki.
Mineko Iwasaki (2 de noviembre de 1949) fue una connotada geisha de Gion, Kyoto, y atotori de la okiya Iwasaki, entre los años 70 y 80, en pleno apogeo del milagro económico japonés. Fue anfitriona de destacadas figuras del ámbito nacional japonés e internacional, y en 1971 recibió el título de Natori, otorgado a bailarines tradicionales de alto nivel, por su compromiso y dominio en la danza. En 1978, con 29 años, se retira para dedicarse a la vida empresarial y familiar.
Vida de una geisha, su autobiografía, fue escrita en colaboración con Rande Brown y publicada en español en 2002 por Ediciones B. Iwasaki decidió publicarla tras la violación de confidencialidad cometida por el Golden en su novela, y la inapropiada ficcionalización de momentos clave de la vida de Iwasaki, además de referencias a personas reales relacionadas con ella. Estas indiscreciones significaron fuertísimas críticas e incluso amenazas de muerte hacia la ex-geisha. Al respecto, además de la necesidad de limpiar su nombre, Iwasaki manifiesta otras motivaciones, tales como su deseo de combatir los prejuicios sobre su oficio, confundida con la prostitución; realzar su alto valor social, artístico y tradicional; y la legítima necesidad personal de contar su vida.
El relato vital de Iwasaki se estructura cronológicamente. Comienza con el linaje de sus padres, luego da paso al relato de su infancia como Masako Tanaka (su nombre de nacimiento) y a los momentos importantes que la motivan a decidir, siendo todavía una niña, a ser adoptada por la okiya Iwasaki, cambiar su nombre y dedicar su vida al arte. A través de sus experiencias, la autora detalla la dificultad y disciplina necesarias en el aprendizaje del oficio de geisha, hasta obtener el altísimo nivel en varias destrezas artísticas y habilidades sociales, exigidas habitualmente en los eventos y cenas donde es solicitada. Entre estas, Iwasaki destaca la danza tradicional, interpretación musical con instrumentos tradicionales (shamisen, biwa, koto, etc.), kitsuke (el arte de vestir un kimono), protocolo, kyōkei (conversación elegante), y ceremonia del té, entre otros.
Además, Iwasaki narra los desafíos implícitos en su oficio, algunos de ellos a causa del silencio tácito en la sociedad japonesa sobre la vida de las geishas, el cual la autora rompe al publicar su autobiografía; y la interpretación orientalista de su oficio por parte de Occidente, de la que Golden abreva en su novela. Iwasaki también cuestiona cómo las autoridades no garantizan condiciones de seguridad y respeto hacia las geishas, a pesar de su alto valor cultural y artístico, y de las importantes ganancias que generan tanto para ellas como para las casas de té y el turismo en general. Un problema de larga data que, recién en 2019, comenzó a abordarse tímida e infructuosamente con la prohibición de tomar fotos a las geishas en las calles, y decantó en que las autoridades de Kyoto, a partir de marzo de 2024, restrinjan el acceso de turistas a ciertos sectores del distrito.
Finalmente, es importante destacar al lector de la autobiografía de Iwasaki que no encontrará una épica trágica y exotista de una mujer-víctima, a merced de coerciones sociales y del destino; sino una historia de crecimiento y autodescubrimiento de una mujer empoderada que, en contra de los mandatos sociales y culturales, elige determinadamente sus propios caminos en la vida.
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